Sarah Vaughan fue única. Su timbre cálido, su control absoluto del instrumento, su capacidad para reinventarse, su inteligencia melódica, todo en ella era arte en estado puro.
Nunca cedió ante las modas. Cantó a su manera, desde la emoción y la técnica, desde el riesgo y la belleza.
Como dijo el crítico Gary Giddins:
“Sarah no solo cantaba canciones. Cantaba el alma de las canciones. Y lo hacía como nadie más.”
Autor del programa Jorge Placek
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